10 diciembre, 2014
Variables de personalidad que motivan hacia el tratamiento Mónica Domingo Martínez|
Se ha comprobado que existen diferencias significativas entre los drogodependientes que demandan tratamiento y los que no lo hacen. Se sabe que las perturbaciones emocionales, los problemas de salud, los conflictos sociales e interpersonales, los problemas laborales y las presiones coercitivas por parte de la red social inciden como presión para demandar tratamiento.Sin embargo, este tipo de variables no están bajo el potencial control directo de los programas de intervención para facilitar el proceso de cambio del drogodependiente.
Por ello, la intervención se ha apoyado en un modelo de cambio dinámico descrito por tres autores (Prochaska, DiClemente y Noscross) que explica que el proceso de demanda de tratamiento se basa en: los pasos o estadios que siguen a la decisión de demandar tratamiento (precontemplación, contemplación, preparación, acción y mantenimiento), en el balance decisional y en la autoeficacia.
En el estadio de precontemplación, los drogodependientes aún no se han planteado modificar su conducta adictiva, no reconocen que tienen un problema y, por tanto, si acuden a tratamiento, lo hacen presionados por su entorno. En este momento es donde cobra importancia la utilidad percibida del tratamiento por parte del drogodependiente, pues las expectativas positivas hacia el tratamiento influyen muy mucho en la demanda final del mismo.
En el estadio de contemplación, estas personas van adquiriendo conciencia de su problema, aunque aún no han desarrollado un compromiso firme de cambio. En la siguiente etapa, en la fase de preparación, la persona adicta toma la decisión y se compromete a abandonar su adicción. Es durante las fases de acción y de mantenimiento donde cuando el individuo cambia y pasa al mantenimiento de la abstinencia.
El balance decisional engloba los procesos de cambio de conducta y la consideración de las ventajas y desventajas del uso de drogas. Por último, la autoeficacia hace referencia a la convicción por parte del individuo de que es capaz de superar su adicción. La autoeficacia percibida parece afectar a las decisiones del individuo para cambiar su conducta, al grado de esfuerzo dispuesto a invertir en el cambio y al mantenimiento a largo plazo de los cambios conductuales realizados.
Se ha comprobado que los drogodependientes que demandan tratamiento obtienen puntuaciones más bajas en los instrumentos de evaluación de autocontrol. Esto parece lógico, pues cuando los sujetos se consideran con menor autocontrol parecen sentirse incapaces de enfrentarse y controlar el consumo y la situación generada por éste, derivando, por tanto, en la petición de ayuda externa mediante la demanda de tratamiento.
Lo mismo ocurre con las bajas puntuaciones registradas en la autoeficacia social, posiblemente debido a que los logros humanos necesitan un sentido resistente de eficacia personal. Así, el éxito requiere un esfuerzo perseverante, de manera que el sentido de la eficacia de las personas no se vea debilitado ante los primeros meses.
Sin embargo, estos sujetos muestran puntuaciones más altas en ansiedad social, quizá porque las consecuencias que conlleva el consumo prolongado de drogas en nuestra sociedad, son las críticas que se reciben y, por lo tanto, los individuos que deciden someterse a tratamiento pueden estar sometidos a presiones (en forma de críticas) de su entorno interpersonal y una de las estrategias de afrontamiento pudiera ser acudir a tratamiento a fin de reducir esa ansiedad desencadenada por su entorno social. Asimismo, los individuos que asisten a tratamiento muestran un estilo atribucional más interno y estable para los éxitos que el grupo que no demanda tratamiento.
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