¿POR QUÉ BEBEMOS?

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11 mayo, 2017

¿POR QUÉ BEBEMOS? |

Tradicionalmente se ha considerado a los factores genéticos como los principales determinantes del alcoholismo. Pero actualmente se incluyen los factores ambientales, sobre todo el estrés, tanto como factor de riesgo como precursor de recaídas. Se ha encontrado que las respuestas conductuales hacia la cocaína, la anfetamina y la morfina son aumentadas por el estrés. El estudio de los efectos motivacionales sobre el alcohol puede ayudarnos a conocer por qué unas personas llegan al abuso y la dependencia del alcohol mientras que otras se mantienen en un consumo controlado.

Los circuitos límbicos que conectan el hipocampo y la corteza prefrontal son sensibles a estresores de naturaleza psicológica. El alcohol tiene efectos reforzantes debido a la activación de centros de refuerzo del encéfalo medio. Facilita la liberación central de dopamina y de opioides endógenos. El alcohol también reduce los estados centrales negativos como ansiedad y disforia. Los efectos aversivos del alcohol se centran en molestias gastrointestinales y efectos sobre el sistema nervioso central.

Mediante estudios con roedores se ha observado que las hembras maduras muestran un mayor consumo de etanol que los machos de su misma edad. Entre adolescentes el consumo de alcohol es mayor que entre adultos. Esta situación puede deberse a que el desarrollo de la corteza prefrontal es relativamente tardío, por lo que los adolescentes pueden ser más impulsivos e ignorar las consecuencias negativas de sus conductas.

Se ha encontrado que durante las situaciones de estrés las propiedades reforzantes del alcohol podrían resultar incrementadas y del mismo modo reduce los efectos aversivos del alcohol. Por lo tanto la investigación demuestra que el estrés es un factor de riesgo en el desarrollo de una adicción.

Torre, M. L., Escarabajal, M. D., & Agüero, Á. (2013). Una revisión de la literatura experimental sobre los efectos motivacionales del alcohol y su modulación por factores biológicos y ambientales. anales de psicología29(3), 934-943.

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