Metanfetaminas

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16 noviembre, 2017

Metanfetaminas |

Dentro de las drogas de síntesis 1 más comunes: Metanfetamina (MA, “Speed”,
“Crystal”), Metilendioxianfetamina (MDA; "Eva"), Metilendioximetanfetamina (MDMA;
"éxtasis"), de composiciones muy similares a la de la anfetamina (psicoestimulante) y a
la de la mescalina (alucinógeno); en las metanfetaminas predomina, sobre todo, su
efecto psicoestimulante (Ambrosio, 2004).
Descubierta como derivado de la anfetamina, rápidamente se convirtió en un
medicamento popular durante los años 40 y 50, prescrito para diversas indicaciones
médicas. El extenso desvío de su uso en los años 60 condujo a su retirada de su
utilización médica y su distribución legal. Sin embargo, su manufactura ilícita ha
satisfecho su demanda, de forma que ha aumentado enormemente su abuso en los
últimos 30 años. (Vearrier, Greenberg, Miller, Okaneku y Haggerty, 2012)
Es un agente simpatomimético 2 que se distingue de la anfetamina por una más rápida
distribución dentro del sistema nervioso central (SNC), con el resultado de un rápido
comienzo del efecto euforizante, que es el deseado por sus consumidores: aumento de
la energía, sensación de bienestar y euforia; al mismo tiempo que aumenta el tono del
sistema simpático, lo que influye notablemente en sus efectos adversos para la salud,
afectando a diversos órganos, aunque la morbilidad y mortalidad más significativas se
producen por efectos cardiovasculares (Ibídem).
Son de interés las observaciones de Green y Halkitis (2006) su utilización, como
modelo sistemático de respuesta, en el aspecto social de la sexualidad y el aumento
del placer sexual, pues la metanfetamina está asociada a un aumento de la autoestima,
una mayor libido y resistencia sexual, disminución de la inhibición sexual y un mayor
umbral del dolor; pero con el inconveniente que, a su vez, esta relación está vinculada
a las prácticas sexuales poco seguras o a las condiciones sociales que ponen en
situación de riesgo ante la infección del VIH.
Nos quedaría por analizar cuáles son las repercusiones que tiene el consumo de
metanfetaminas en el funcionamiento del cerebro y las posibles alteraciones, crónicas
o no, que sobre este producen. Para ello es interesante anotar la investigación de
Volkowet al. (2001) que nos refiere el mayor metabolismo en la corteza parietal y
menor metabolismo en el tálamo y estriado de los que abusan de la metanfetamina.
Pues el hecho de que la corteza parietal es una región desprovista de cualquier
inervación dopaminérgica significativa sugiere que el mayor metabolismo observado en
esta región en los abusadores de metanfetamina podría ser el resultado de los efectos
de la metanfetamina en circuitos distintos de los modulados por la dopamina, que, junto
con el menor metabolismo en el estriado y el tálamo (principales resultados de las
señales de dopamina en la corteza), nos proporcionaría evidencia de que en humanos
el abuso de metanfetamina produce cambios en la función de las regiones del cerebro
inervadas tanto por la dopamina como no inervadas por ella.

1 Aquella que puede ser sintetizada o preparada en un laboratorio a partir de sustancias químicas ‘no
naturales’.
2 Agonista del sistema simpático simulando los efectos de las catecolaminas: adrenalina, noradrenalina y
dopamina.

Referencias
Ambrosio, E. (2004). Psicobiología de la drogadicción. Madrid: Sanz y Torres.
Green, A. I.&Halkitis, P. N. (2006). Crystalmethamphetamine and sexual sociality in
anurban gay subculture: Anelectiveaffinity. Culture, Health&Sexuality 8(4),
pp.317-333. doi.org/10.1080/13691050600783320.
Vearrier, D., Greenberg, M. I., Miller, S. N., Okaneku, J. T. y Haggerty, D.A. (2012).
Methamphetamine: history, pathophysiology, adverse healtheffects,
currentTrends, and hazardsassociatedwiththeclandestine manufacture of
methamphetamine. DisMon, 58(2), pp. 38-89.
Volkow, N. D., Chang, L., Wang, G. J., Fowler, J. S., Franceschi, D., Sedler, M. J.,
Gatley, S. J., Hitzemann, R., Ding, Y. S., Wong, C. y Logan, J. (2001). Higher
cortical and lower subcortical metabolism in
detoxifiedmethamphetamineabusers. American Journalof Psychiatry, 158(3),
pp. 383-9.

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