Si pidiéramos a conocidos de la persona adicta (familiares, pareja, amigos, etc.) que le describieran, un elevado porcentaje utilizaría la palabra �mentiroso�. Es realmente mentiroso el adicto? La persona adicta aprende a mentir como para justificar su caótica vida llena de comportamientos socialmente mal vistos.

En mayor o menor medida, todos nos hemos autoengañado varias veces para proteger nuestro autoconcepto, de un modo no dañino para nuestras vidas o las de otros. Cuando el autoengaño empieza a dañar algo importante en nuestras vidas es cuando empieza a ser excesivo y poco adaptativo. Un adicto debe deshacerse inevitablemente del autoengaño si no quiere recaer una y otra vez sin siquiera darse cuenta.

John Elster dice que el autoengaño es �desconocimiento voluntario, una disposición a ignorar lo inconveniente, ganas de pasar por alto lo indeseable, voluntad de rechazar lo sabido�. Puede presentarse como la racionalización de un comportamiento que es inconsistente con el autoconcepto de la persona o como la negación de estos comportamientos. Esta racionalización es un mecanismo automático que generamos para poder seguir manteniendo la adicción y satisfaciendo los deseos de consumo.

El autoengaño es un problema para la honestidad. Un adicto le dirá a otro que se encuentra estupendamente y le mentirá sobre su nivel o gravedad de adicción. También mentirá a sus allegados, como amigos, familiares, pareja… Lo hará de manera automática y casi inconsciente y se indignará si se le intenta explicar que no está siendo sincero. En definitiva, este autoengaño termina modificando la personalidad, el carácter, para convertir al adicto en una persona insincera, que manipula sistemáticamente tanto a los demás como a sí mismo y que, a fuerza de tanto engañar y engañarse, se vuelve desconfiado, arisco e incrédulo. Esto provoca un rechazo cada vez que los allegados intentan hacerle ver la situación y los hechos con objetividad.

Referencias

Sirvent, C. Autoengaño y adicción. Norte de Salud Mental no 26