14 julio, 2017
Cannabis frente a tabaco. Mónica Domingo Martínez|
De todos son conocidos los efectos cardiovasculares y cancerígenos del tabaco, pero también se sabe que el consumo regular de cannabis se asocia con una mayor incidencia de enfermedades mentales, sobre todo la esquizofrenia y la depresión, y sus efectos nocivos son en la actualidad ampliamente conocidos (Rey y Tennant, 2002), como se extrae del estudio de Arias (2006) que considera que el consumo de cannabis está claramente asociado con la inducción de síntomas psicóticos y, posiblemente, es un factor de riesgo de la esquizofrenia en personas con una vulnerabilidad genética o psicosocial. Esto parece ser debido a que en los esquizofrénicos se produce una alteración del sistema cannabinoide endógeno similar a la originada por la intoxicación cannábica en sujetos sanos (Quiroga, 2002).
Resulta interesante añadir la revisión realizada sobre el uso de cannabis como antiemético, donde Trameret al. (2001) señalaron que entre los efectos secundarios destacaba un 6% de alucinaciones y un 5% de ideas paranoides, frente al 0% en los grupos placebo. (Tramer, Carroll, Campbell, Reynolds, Moore y McQuay, 2001).
Aunque los cigarrillos de cannabis se fuman con menos frecuencia que los cigarrillos de nicotina, su modo de inhalación es muy diferente. En comparación con el tabaco para fumar, el consumo de cannabis supone dos tercios de volumen de soplado mayor, un volumen inhalado mayor de un tercio, cuatro veces más tiempo para mantener la respiración y un aumento de cinco veces en las concentraciones de carboxihemoglobina. (Henry, Oldfield y Kon, 2003). Quizá esta diferencia pueda influir en el mayor peligro de enfermedades cardio-pulmonares producidas por el del cannabis tetrahydrocannabinol (THC) al que se han atribuido muertes repentinas en fumadores de cannabis que no consumían tabaco (Bachs y Morland, 2001).
Debemos tener en cuenta que la mayoría de consumidores de cannabis lo hacen también de tabaco, lo que dificulta la separación de los potenciales efectos de ambas sustancias, lo que hace esencial la necesidad de más estudios sobre los efectos cardiovasculares y pulmonares del cannabis. Sin embargo, si al potencial de morbilidad y muerte prematura por enfermedad cardiopulmonar, añadimos los probables problemas de salud mental, no podemos dejar en el olvido estos estudios sobre los efectos del cannabis.
En defensa del consumo de cannabis frente al tabaco, han surgido en los últimos tiempos voces defendiendo los efectos positivos del primero frente al cáncer, que según Armentano (2016) informa, diversos estudios demuestran que el consumo de cannabis no estaba asociado con cánceres relacionados con el pulmón, y que aquellos que tenían una historia de fumar marihuana poseían un riesgo significativamente disminuido de cánceres de cabeza y cuello en comparación con los sujetos que no lo hicieron –entendemos que también consumían tabaco. Aunque por el contrario, otros estudios indican que el cannabis provoca un gran incremento de cáncer pulmonar en los fumadores. (Hope, 2017).
A la vista de estos estudios, no nos parece arriesgado concluir, que si bien existen algunos beneficios en el consumo del cannabis, no cabe duda de que los inconvenientes y los riesgos a los que conduce tienen la importancia suficiente como para estudiar otras opciones menos peligrosas para los problemas que puedan estar solucionando.
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