9 enero, 2018
Acciones farmacológicas de los estimulantes Mónica Domingo Martínez|
La anfetamina actúa como sustrato alternativo a la dopamina capaz de acoplarse al inhibidor del trasportador de la dopamina y también al trasportador vesicular de monoamina, por lo que se usa para tratar la narcolepsia o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Las dosis terapéuticas de estimulantes se centran fundamentalmente en el córtex, donde estimulan la neurotransmisión dopaminérgica y noradrenérgica, y mejoran la concentración y cognición. El uso abusivo de los estimulantes, por el contrario, está vinculado a sus efectos sobre el circuito de recompensa.
La cocaína se popularizó en sus orígenes gracias al “vino mariani” que era una bebida que contenía vino y extractos de hoja de coca. Fue creada en 1863 por Angelo Mariani quien la promovía atribuyéndole una gran cantidad de propiedades terapéuticas. La bebida gozó de gran popularidad entre artistas e intelectuales europeos de la época. De hecho, las propiedades anestésicas de la coca se usan todavía en medicina, sobretodo en otorrinolaringología.
La cocaína tiene el mismo mecanismo de acción que el metilfenidato, bloquea en gran medida el trasporte de dopamina por el inhibidor del trasportador de la dopamina y en mucha menor medida bloquea también el trasportador de la serotonina y el trasportador de la noradrenalina, inhibiendo el trasporte de otras monoaminas.
La diferencia entre el uso terapéutico y el uso abusivo de los estimulantes, es, en último término, la cantidad de dopamina que es liberada y la velocidad a la que lo hace, lo cual tiene que ver en gran parte con la forma de administración. Por ejemplo el metilfenidato fomenta una liberación de dopamina, digamos “tranquila” y sostenida. Sin embargo, cuando se esnifa cocaína (vía de administración más habitual, pues la cocaína no es activa oralmente) ésta pasa al cerebro de forma directa y allí tiene una acción muy directa y potente sobre el trasportador de dopamina: grandes cantidades de dopamina son liberadas de manera pulsátil en el núcleo accumbens, lo que se vivencia como algo muy placentero, aunque en dosis tóxicas puede producirse agitación, irritabilidad y agresividad, ataques de pánico e incluso paranoia y alucinaciones. En sobredosis puede producir insuficiencia cardíaca aguda, ictus y convulsiones.
Finalmente puede haber cambios duraderos e incluso potencialmente irreversibles incluyendo la depleción a la larga de dopamina y la degeneración axonal, o la posibilidad de desarrollar una psicosis cocaínica, indistiguible prácticamente de la psicosis orgánica.
Aunque no existe ningún tratamiento aprobado para el abuso de estimulantes, se está desarrollando una vacuna para la cocaína (TA-CD), también el modafinilo puede ser usado como terapia sustitutoria, así como algunos antipsicóticos, especialmente agonistas parciales como el aripripazol. Otros tratamientos en ensayo son antagonistas dopaminérgicos, liberadores de dopamina de larga duración o la N-metil cisteína, que actúa sobre mecanismos glutamatérgicos que podrían estar trastornados en los consumidores de estimulantes.
Referencias:
Sthal, S. M. (2012). Psicofarmacología esencial; Bases neurocientíficas y aplicaciones prácticas. Madrid: Aula médica.
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